Las mujeres latinoamericanas y caribeñas en tiempos de COVID-19

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Por: María Jesús Pola
Católicas por el Derecho a Decidir-República Dominicana

 

En el año 2018, y en el marco de la apertura del período 37 sesiones, de la Comisión Económica para la América Latina y El Caribe, CEPAL, fue publicado un estudio titulado “La ineficiencia de la desigualdad”, cuyos resultados expresaban que, esta región, sigue siendo la más desigual del mundo, seguida por África Subsahariana y Asia Occidental y decía que, para 2017, cerca de 187 millones de personas vivían en la pobreza en Latinoamérica, y 62 millones en situación de pobreza extrema.

Teniendo en cuenta que la pandemia del Covid -19, además de afectar la salud y los sistemas sanitarios, impacta las economías y el relacionamiento social, vale un resumido intento del análisis general de la situación en nuestra región, como introducción al tema del arribo de la pandemia a la región.

En cifras de la Organización Internacional del Trabajo, 126 millones de mujeres trabajan de manera informal en América Latina y el Caribe.

En términos de pobreza, desde 2014 hasta 2018, se sumaron a la pobreza extrema en América Latina y El Caribe, 17 millones de personas, y las explicaciones dadas por la CEPAL para este fenómeno, aluden al aumento producido en el ajuste fiscal, que produjo un recorte de recursos para los hogares más pobres, haciendo esta disminución del gasto social, más vulnerables a las familias pobres. (Barría, 2019).

Como señala Alicia Bárcenas, la extrema pobreza depende en gran medida de los programas sociales, y a estos programas acceden sobre todo las mujeres en relación a la familia, muchas veces en condición de cabeza de hogar. (Citado en Barría, 2019)

En cifras de la Organización Internacional del Trabajo, 126 millones de mujeres trabajan de manera informal en América Latina y el Caribe, lo que equivale aproximadamente a la mitad de la población femenina de la región.

Las mujeres en la región siguen siendo las más pobres y la brecha de género laboral indica que supera en muchos países, la brecha mundial de género en el trabajo que es de 49% para las mujeres y de 75% para los hombres. En República Dominicana, la brecha es de 54.4% para las mujeres y 79.2% para los hombres, de acuerdo a la página web de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Definitivamente, no poder conseguir un trabajo que sea decente y dignificante, es determinante para que la pobreza y las desigualdades sociales, se instalen prácticamente de manera permanente, y la CEPAL dice que, actualmente, una de cada diez personas en la región de América Latina y El Caribe, vive en condiciones de extrema pobreza, sin ingresos que le permitan subsistir y sin protección social.

Este grupo, mayormente femenino, forma parte de la población excluida que no cotizaron para la vejez porque no tuvieron trabajos formales, siendo así, vulnerables frente a los beneficios públicos que se establezcan, teniendo que mantenerse con labores de precaria remuneración y condiciones.

La desigualdad está, histórica y estructuralmente presente, en las sociedades latinoamericanas y caribeñas, donde se mantiene aún en tiempos de prosperidad y crecimiento, con una redistribución discriminada que no llega a las personas más pobres, y entre ellas a las mujeres mayormente.

En estas condiciones de desigualdad por etnias y raza, estatus social, razones etarias, etc., la desigualdad por género y por sexo, es transversal a todas las demás, teniendo en cuenta que las mujeres, somos la mitad de la humanidad. Y la igualdad, como la define la CEPAL no solo referida a los medios, como ingresos, activos productivos y financieros y propiedad, “sino también a la igualdad de capacidades, autonomías y reconocimiento recíproco y, fundamentalmente, a una igualdad de derechos. No es solo una igualdad de oportunidades y trato, sino también una igualdad de resultados” (Abramo, 2019: 14).

En conclusión, la desigualdad está histórica y estructuralmente presente en las sociedades latinoamericanas y caribeñas, donde se mantiene aún en tiempos de prosperidad y crecimiento, con una redistribución discriminada que no llega a las personas más pobres, y entre ellas a las mujeres mayormente.

Esta desigualdad se manifiesta, entonces, en condiciones de vida deplorables para un gran número de personas, en las diferentes épocas de su vida, que tienen que plantearse una lucha permanente para poder acceder a una supervivencia que no avergüenza al poder gobernante de la región.

Con las mujeres en la región, a todas las desventajas socioculturales y económicas, se agrega el crecimiento en los últimos años de la violencia basada en el género contra la mujer, fenómeno que, para 2018, perdió 3.529 mujeres, asesinadas por razones de género, en 25 países del área, de acuerdo a los datos oficiales del Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y El Caribe (OIG), de la Comisión Económica para la América Latina y El Caribe, CEPAL (CEPAL, 2019).

En una región que cuenta con legislaciones al respecto, y en la que, los diferentes países han invertido mínimamente en los últimos años en recursos de apoyo a la estructura del sistema legal, sobre todo, se mantiene el fenómeno de la violencia contra la mujer en cifras desoladoras, de maltrato, abuso, violación a los derechos sexuales y reproductivos y, el reconocimiento del feminicidio como última escalada de estas violencias a las mujeres en todas las épocas de su vida.

Las cinco tasas más altas de feminicidio en América Latina, corresponden al El Salvador, Honduras y Guatemala, en Centroamérica, Bolivia, en Sudamérica y República Dominicana en El Caribe, siendo el Perú, quien tiene la tasa más baja de estos crímenes. En El Caribe, la prevalencia supera las cuatro muertes por cada cien mil mujeres, con una tasa de 3.4 muertes en 2018 (CEPAL 2019).

Con este panorama, la pandemia del coronavirus, con punto de partida en la ciudad de Wuhan, China, y establecida, primero, en Europa, y luego en los países de la región se ha producido la aplicación protocolos internacionales, estableciendo cuarentenas, horas de toque de queda y una serie de medidas restrictivas para evitar el contagio tan rápido de la enfermedad.

Las cinco tasas más altas de feminicidio en América Latina, corresponden a El Salvador, Honduras y Guatemala, en Centroamérica, Bolivia, en Sudamérica y República Dominicana en El Caribe, la prevalencia supera las cuatro muertes por cada cien mil mujeres, con una tasas de 3.4 muertes en 2018 (CEPAL 2019).

Para las mujeres, de todas las edades, de la región, la situación a partir de estas medidas, se ha agravado, mucho para las ya eran víctimas de violencia doméstica que, han quedado encerradas, más o menos, con sus agresores, en una cuarentena que les ha costado la vida ya a un buen número de ellas.

Según datos de la universidad Johns Hopkins, desde el 22 de enero, en esos mismos países de los 25 estudiados y mencionados más arriba, 1.972 personas han fallecido por enfermedades relacionadas con el coronavirus, y hay que tener en cuenta los efectos que las medidas de cuarentena y aislamiento, han tenido en las mujeres objeto de violencia doméstica o intrafamiliar (CEPAL 2019). El reporte de un aumento de llamadas a las líneas de auxilio, uso de las casas de acogida o refugios, denuncias en las unidades especializadas, son reportadas por las policías nacionales de cada país, con el comentario de que ha bajado la delincuencia en las calles, dejando claro que, a las medidas restrictivas, les faltó la perspectiva de género para valorar en su aplicación, la situación de las mujeres.

La asignación socio cultural a las mujeres como cuidadoras, tanto privada como públicamente, unido a tantas otras calidades otorgadas por el patriarcado, nos ubica en la línea de fuego de la pandemia, pero también, enseña que la perspectiva de las mujeres debe ser incorporadas a la planificación de los programas a aplicarse.

El Covid – 19 y todas las políticas aplicadas en razón de la pandemia que produjo, tiene que dejar enseñanzas sobre la necesidad de cambiar prácticas socio culturales discriminatorias y violentas, pero, sobre todo, que la igualdad es absolutamente necesaria para que exista respeto entre y por las personas, grupos de personas, mujeres, niños y niñas, y toda la gran diversidad humana que compartimos.

El Covid – 19, ha desnudado la realidad de nuestros sistemas sanitarios, económicos y político-sociales. Ojalá lo aprendamos, de lo contrario, ¡tanto sacrificio no valdrá para nada!

 

Bibliografía

ARREDONDO, Alejandra 2020 OEA: Ha habido más muertes de mujeres por feminicidios que por el COVID-19. VOA Noticias, 8 de abril de 2020. Consulta: https://www.voanoticias.com/americalatina/latam-oea-mas-muertesmujeres-feminicidios-coronaviruscovid19

BARRÍA, Cecilia 2019 Los países de América Latina donde más ha crecido la pobreza extrema (y donde ha bajado). BBC News Mundo, 4 de octubre de 2019. Consulta: https://www.bbc.com/mundo/noticias-49923889

COMISIÓN ECONÓMICA PARA AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE (CEPAL) 2019 Solo en 2018 al menos 3.529 mujeres fueron víctimas de feminicidio en 25 países de América Latina y el Caribe, 25 de noviembre de 2019. Consulta: https://www.cepal.org/es/comunicados/solo-2018-almenos-3529-mujeres-fueronvictimas-feminicidio-25-paisesamerica-latina

ORGANIZACIÓN INTERNACIONAL DEL TRABAJO (OIT) Igualdad de género en América Latina y el Caribe. Consulta: https://www.ilo.org/americas/temas/igualdad-deg%C3%A9nero/lang–es/index.htm

NACIONES UNIDAS 2019 Panorama Social de América Latina. Santiago de Chile. Consulta: https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/44969/5/S1901133_es.pdf