La otra cara de la pandemia: las violencias contra las mujeres

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Sandra Mazo
Wendy Calderón
Leslie Holguín
Católicas por el Derecho a Decidir – Colombia

 

El contexto de la pandemia conocida como Covid-19 y las diferentes medidas de aislamiento, cuarentena o confinamiento obligatorio han cambiado las vidas personales, sociales y especialmente económicas para una gran mayoría de la población. Son tiempos complejos que plantean importantes desafíos como humanidad, y que invitan a revisar las relaciones interpersonales y con la naturaleza, a repensar el modelo económico imperante y, quizás, a apostar por otra forma de sociedad.

Con la llegada del coronavirus la vida cotidiana ha cambiado, con importantes afectaciones para la gran mayoría de la población, especialmente para aquellas personas que se encuentran en condiciones de alta vulnerabilidad; por lo tanto, esta pandemia afecta de manera diferencial a las mujeres, niñas y niños, lo cual constituye el centro de esta reflexión, pues no solo resultan preocupantes algunas de las implicaciones psicológicas, sociales y económicas que estas medidas de confinamiento han generado, sino cómo esta pandemia mundial también ha exacerbado y visibilizado las formas de violencia que padecen las mujeres en todos los ámbitos de la vida, que se profundizan y se reproducen peor que el propio Covid-19, ya que volver a encerrar a las mujeres en aquel espacio – lugar y tiempo que se llama la casa, el “hogar”, la familia, tiene connotaciones muy profundas en lo simbólico y en lo material, ya que esto ha significado para muchas el retorno a un lugar de opresión, de desigualdad, de violencias y de control donde se refuerza ese paradigma histórico impuesto y naturalizado del papel de las mujeres como las principales responsables del cuidado y de la familia, lo que incrementa, de esta manera, esas cargas, formas de violencia simbólica, física, sexual, económica y psicológica que se han impuesto social y culturalmente para las mujeres y que perpetúan los actos de violencia.

Una mirada a los impactos que el Covid-19 genera en las mujeres

Luego de conocer de cerca la dura realidad de las diferentes formas de violencia a las que están expuestas las mujeres en el marco de esta pandemia y de una amplia revisión de noticias que abundan por las redes sociales y en los medios de comunicación, se ha vuelto común encontrar, en estos tiempos de confinamiento, titulares como “aumentó violencia durante la cuarentena”, “pesadilla para mujeres víctimas de violencia”, “sobrecarga laboral en mujeres”, “feminicidios aumentan en cuarentena”, “desigualdad de género en el hogar”, por lo cual queda claro que la cuarentena, además de ser una medida para evitar el contagio del virus, es también  la constatación de que “El lugar más peligroso para las mujeres es el propio hogar, porque allí es donde más feminicidios se cometen», así como lo constata el Observatorio Ahora que sí nos ven.[1]

Las cifras demuestran esta cruda realidad y “ahora que sí nos ven,” tal como dice una consigna del movimiento feminista, constata, objetivamente, el aumento de la violencia contra las mujeres (Nueva Ciudad, 2020); así, se puede ver, por ejemplo, cómo, en Bogotá (Colombia), la línea telefónica para denunciar los hechos de violencia de género, denominada “Línea púrpura”, registró un 225% más de llamadas que de costumbre; en Bolivia, los crímenes contra las mujeres, durante el confinamiento, incluso, rebasaron el número de delitos como robos y asaltos; en México, 163 mujeres han sido asesinadas durante la cuarentena, de ellas 16 menores de edad; 19 en Argentina; 12 en Colombia; 6 en Perú; y, 4 en Chile (Weiß, 2020), cifras por supuesto parciales y que han sido cuestionadas por el movimiento feminista dado el evidente subregistro, por lo que, obviamente, estas cifras no reflejan la dimensión de esta cruda realidad feminicida, pero sí muestran una parte de la situación que, sin duda, es un verdadero genocidio de género y una realidad escalofriante y dolorosa, que más allá de las cifras, tiene que concitar un compromiso real de los estados e inducir cambios socio- culturales que pongan fin a esta barbarie.

Hay una deuda histórica que trasciende el Covid-19, y es la de garantizar la vida, la salud y todos los derechos de las mujeres y las niñas, derechos que en estos tiempos de pandemia se han visto doblemente vulnerados, y que se expresan en impactos concretos en varios aspectos, tales como la falta de acceso, atención y reconocimiento a servicios de salud sexual y salud reproductiva, como parte integral del derecho a la salud.

Por otro lado, durante el período de aislamiento preventivo y obligatorio impuesto por los distintos gobiernos de la región para contener el coronavirus, se evidencia otra realidad: la casa como el lugar donde se refuerza la desigualdad en el reparto y sobrecargo de las tareas domésticas en los hogares. Aproximadamente, el 49% de las mujeres han tenido que asumir el rol de madres, de maestras, de trabajadoras a través de las diversas plataformas virtuales y de amas de casa, teniendo cada vez menos tiempo para descansar o para ellas mismas. Como lo refleja Peker (2020), en un estudio realizado en España,  los hombres duermen una hora más por día que las mujeres, y dedican alrededor de una hora y media más al trabajo remunerado (4,2 horas las mujeres frente a 5,6 horas los varones). En lo que tiene que ver con “los hábitos familiares”, se demuestra que, si bien es creciente la participación masculina en las tareas de la casa, 9 de cada 10 mujeres cumplen estas tareas, mientras que 6 de cada 10 hombres realizan alguna de ellas. Tal como lo indica el INDEC (Instituto Nacional de Estadísticas y Censo) de Argentina, el 76% del trabajo doméstico no remunerado es realizado por las mujeres y, si bien la responsabilidad está más compartida en las familias, varios estudios demuestran que la desigualdad de género en el hogar aún es parte de la cotidianidad.

Estos datos ponen de manifiesto que las situaciones de violencias que padecen las mujeres se agudizan no solo por el hecho de convivir o estar confinadas con sus agresores, expuestas a la violencia física, económica y psicológica, sino también por prácticas represivas sistemáticas contra las mujeres que se atreven a cuestionar o dejar a sus parejas. Las lideresas sociales y comunitarias son asesinadas por lo que son y por lo que hacen, o también, por el simple hecho de no acatar los roles de género impuestos. Ya está suficientemente probado que ese es un riesgo y amenaza que desafortunadamente enfrentan las mujeres por cuestionar o intentar cambiar este injusto “orden” establecido y naturalizado que se expresa a través de las distintas formas de violencia patriarcal. De otro lado, cabe advertir que, para eliminar y/o prevenir la violencia doméstica y la desigualdad en las labores del cuidado, del hogar y del trabajo no remunerado, sobre todo en tiempos de crisis, es importante que se generen condiciones de corresponsabilidad en el hogar y en el ejercicio del cuidado para garantizar a las mujeres condiciones de igualdad y dignidad.

Lo anterior nos confirma que el machismo y el sistema patriarcal no están en cuarentena, no descansan, se reproducen peor que un virus; se presentan de múltiples formas, son una gravísima problemática que ataca en América Latina y en el mundo entero. La inusitada presencia del Covid-19 devela no solo una situación sanitaria inesperada, sino que también hace eclosionar todas las crisis que nos desafían como proyecto de humanidad y de sociedad, visibilizando de diversas formas los rostros de la desigualdad, producto de un sistema económico que mercantiliza la vida y la naturaleza, lo cual nos conduce a nuestra propia destrucción y allí, en medio de este caos pandémico, el mundo advierte el impacto de la violencia estructural contra las mujeres, que se ha reproducido por siglos y de manera impune bajo el manto de la naturalización y normalización de las condiciones de pobreza, desempleo, discriminación y vulneración de los derechos de las mujeres por el solo hecho de ser mujeres.

Este otro rostro de la pandemia que se expresa a través de la violencia de género, especialmente contra las niñas y las mujeres, pone de relieve múltiples reflexiones que apelan a la necesidad de cambios profundos, por ello, y reconociendo la importancia de hacer una reflexión desde la interseccionalidad, nos adherimos a algunas preguntas sugeridas por una investigadora feminista,[2] quien después de evidenciar toda esta crisis desatada por el Covid-19, se pregunta: ¿Cómo abordará el Estado las consecuencias de la pérdida del empleo por la sobrecarga de cuidados? ¿Qué medidas de promoción de corresponsabilidad en las tareas domésticas y de cuidado se pueden gestionar entre el Estado, las empresas, trabajadores y trabajadoras en una situación de confinamiento? En tal sentido, cabe plantear la necesidad de volver a colocar en el centro de nuestras preocupaciones la cuestión de la organización social del cuidado y la división sexual del trabajo. En ese sentido, es importante avanzar en acciones que instalen a la humanidad y no al mercado en el centro para paliar la pandemia y la desigualdad, lo que permitiría superar este modelo económico y patriarcal que se ha impuesto como eje organizador de la vida en común.

En tiempos de pandemia, los derechos de las mujeres no pueden entrar en cuarentena

El Covid-19 ha puesto en evidencia que el actual modelo civilizatorio ha de superarse. Esto se plantea desde muchos lugares y sectores sociales y cada vez con más fuerza. Sin embargo, no cabe duda que, si existe un hecho que el movimiento feminista ha tenido claro desde siempre, es que el mundo basado en la desigualdad y la injusticia no funciona.

Como lo titula Judith Buttler, en su columna de la editorial Verso Books, hasta “el capitalismo tiene sus límites”,  y el Covid-19 interpela a los Estados a trascender el capital para ejecutar acciones a las que en principio están obligados, como garantizar condiciones dignas para la contención y la preservación de la salud y la vida.

Lo fáctico es que las mujeres desempeñan un rol imprescindible y que se ha evidenciado especialmente en esta lucha contra la pandemia, como lo afirma ONU Mujeres (2020): “las mujeres están en la primera línea de respuesta, asumiendo incluso una importante carga en costos físicos y emocionales, así como mayores riesgos socio- económicos en la respuesta a esta crisis”.

En este sentido, hay una deuda histórica que trasciende el Covid-19, y es la de garantizar la vida, la salud y todos los derechos de las mujeres y las niñas, derechos que, en estos tiempos de pandemia, se han visto doblemente vulnerados, y que se expresan en impactos concretos en varios aspectos, tales como la falta de acceso, atención y reconocimiento a servicios de salud sexual y reproductiva, como parte integral del derecho a la salud y respecto a los cuales las mujeres están teniendo dificultades en la provisión y el acceso a métodos de anticoncepción, incluidos los de emergencia, a consultas por infecciones vaginales, urinarias, servicios de ginecología, infecciones de transmisión sexual, controles pre natales, la prevención y la atención del embarazo, del parto y el puerperio y las interrupciones voluntarias del embarazo. Por ello, en medio de esta crisis, el sistema de salud no puede olvidar, ni mucho menos desconocer que tiene la responsabilidad de garantizar la vida y la salud integral de las mujeres, facilitando las citas, los medicamentos, las pruebas, exámenes, procedimientos y todos los controles necesarios para protegerlas. En suma, este derecho esencial no puede suspenderse ni siquiera en tiempos de cuarentena por Covid-19.

La sobrecarga del trabajo del cuidado sobre las mujeres, probablemente, agudizará los nudos estructurales de la desigualdad de género, señalados por la CEPAL como i) la desigualdad socioeconómica y la persistencia de la pobreza; ii) los patrones culturales patriarcales discriminatorios y violentos y el predominio de la cultura del privilegio; iii) la división sexual del trabajo y la injusta organización social del cuidado; y, iv) la concentración del poder y las relaciones de jerarquía en el ámbito público. Sumado a ello, la afectación en los ingresos y medios de subsistencia, especialmente de  las trabajadoras informales y del servicio doméstico, en el que el 96% son mujeres, puede llevar al aumento de la explotación sexual.

Esta crisis, sin duda, ha visibilizado las otras caras de la pandemia como, por ejemplo, la de las distintas formas de violencia estructural contra las mujeres y las niñas; por ello, ante esta dolorosa situación, el gran desafío es seguir luchando por cambios reales. Allí los movimientos sociales son clave, pues han surgido desde siempre como respuesta de lucha y resistencia frente a estados ineficientes e incapaces. Por lo tanto, es, a su vez, como comenta Noam Chomsky, en una conversación con Srecko Horvat, “una oportunidad para que la gente restablezca el tejido social y se cuestione sobre el mundo en el que desea habitar” (Chomsky, 2020). En ese sentido, es acuciante la exigencia de derechos, el fortalecimiento de redes comunitarias y populares, la protesta simbólica de trapos y pañoletas, los cacerolazos, la protesta digital, el grito individual y colectivo feminista para aunar fuerzas, para materializar arengas y consignas y, por supuesto, es imprescindible la reinvención de formas, estrategias y alianzas que nos mantengan juntas, unidas en la resistencia y en la lucha. Bien les ha venido a muchos gobiernos esta pandemia para acrecentar el autoritarismo, el militarismo y la instauración de leyes que van en contravía de los derechos humanos. En este contexto, la salida es colectiva; ahora más que nunca la rebeldía es transformación.

 

Referencias bibliográficas

Butler, J. (2020). Capitalism Has its Limits. VersoBooks. Recuperado de https://www.versobooks.com/blogs/4603-capitalism-has-its-limits [Consulta: 30 de marzo de 2020].

Horvat, S. (28 de marzo de 2020). Entrevista a Noam Chomsky. [Videograbación]. Democracy in Europe Movement 2025 (DiEM25). Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=t-N3In2rLI4 [Consulta: 28 de marzo de 2020].

Nueva Ciudad. Solamente Información. (2020). Un femicidio cada 24 horas desde que comenzó la cuarentena: “El lugar más peligroso para las mujeres es el propio hogar”. Recuperado de https://www.nueva ciudad.com.ar/notas/202005/43708-unfemicidio-cada-24-horas-desdeque-comenzo-la-cuarentena-ellugar-mas-peligroso-para-lasmujeres-es-el-propio-hogar.html [Consulta: 18 de mayo de 2020].

Peker, L. (2020). “¡Hartas!”: las mujeres tienen menos tiempo, hacen más tareas domésticas y están más cansadas en cuarentena. Infobae. España. Recuperado de https://www.infobae.com/sociedad/2020/05/15/hartas-las-mujeres-tienenmenos-tiempo-hacen-mastareas-domesticas-y-estan-mascansadas-en-cuarentena/ [Consulta: 15 de mayo de 2020].

Weiß, S. (2020). Cuarentena por coronavirus dispara violencia contra las mujeres en América Latina. DW Made for minds. Recuperado de https://www.dw.com/es/cuarentena-por-coronavirusdispara-violencia-contra-lasmujeres-en-am%C3%A9ricalatina/a-53261868 [Consulta: 27 de abril de 2020].

 

 

[1] Laura “Lala” Rothberg es Licenciada en Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires (UBA), coordinadora del Observatorio Ahora que sí nos ven de Argentina. Recuperado de https://www.nueva-ciudad.com.ar/notas/202005/43708-un-femicidio-cada-24-horas-desde-que-comenzo-la-cuarentena-el-lugar-mas-peligroso-para-las-mujeres-es-el-propio-hogar.html

[2] Patricia Oliva es investigadora feminista integrante del Centro de Investigación en Cultura y Desarrollo (CICDE) de la Universidad Estatal a Distancia de Costa Rica (UNED).